lunes, 31 de mayo de 2021

El lenguaje inclusivo, ¿arma política o necesidad? Teo Marchante Lago. 4º C. (IES Sánchez Cantón).

 Sintaxis y semántica del acusativo latino (2ª Edición revisada)


  El lenguaje inclusivo es una propuesta lingüística que busca eliminar el sexismo y androcentrismo de nuestro idioma. Para ello promueve no solo el uso del desdoblamiento (“todos y todas”), sino también el empleo de supuestos términos neutros en –e (“todos, todas y todes”). No es algo nuevo, pues hace ya algunas décadas que se desató la polémica, pero el tema ha vuelto a ponerse en el punto de mira tras un discurso de la ministra de Igualdad en el que hablaba- imagino que ante el estupor de los presentes- de “todos, todas y todes” o “escuchados, escuchadas y escuchades”.

   En cualquier caso, este asunto genera reacciones virulentas y encontradas; sus partidarios lo defienden como algo imprescindible para alcanzar la igualdad, afirmando que el empleo del masculino como término genérico discrimina a la mujer, relegándola a la invisibilidad y perpetuando patrones de conducta que refuerzan la desigualdad. Propugnan, además, el uso de un término neutro en –e, para no atentar contra el problema de identidad en el caso de las personas que no se sienten identificadas ni con un modelo masculino ni con uno femenino. Se trata, según dicen, de no herir sensibilidades y de valorar la diversidad.

  Sus detractores, por el contrario, afirman que nada hay de sexista ni discriminatorio en el uso del masculino genérico, ya que en castellano, al igual que en otras muchas lenguas, este masculino es el término no marcado. Como sostiene la RAE, “el masculino gramatical funciona en nuestra lengua como término inclusivo…no tiene intención discriminatoria alguna”. El problema es que confundimos género gramatical con sexo, que no comprendemos que nuestra lengua solo distingue dos géneros gramaticales, con algunas excepciones y que, en realidad, ese término no marcado proviene del neutro latino, que en el acusativo coincidía en forma con el masculino.

  El uso del desdoblamiento en el idioma atenta, además, contra el principio de economía lingüística y hace que leer un texto en lenguaje inclusivo resulte pesado, repetitivo e innecesariamente largo, llevándonos a caer muchas veces en el absurdo.

  Por otra parte, no debemos olvidar que los cambios en el lenguaje son naturales y no deben ser impuestos. La lengua evoluciona, cambia con el paso del tiempo, adaptándose a las nuevas realidades, pero no debe utilizarse como arma política ni debe pretenderse que un cambio de tal magnitud parta de un poder establecido y no de los propios hablantes, que son en realidad los que crean la lengua.

  En conclusión, pienso que el lenguaje inclusivo no garantiza igualdad alguna y no responde a una necesidad, sino que se emplea como arma política. No es el lenguaje el que discrimina o invisibiliza a la mujer o a otros colectivos, sino la realidad y es, por tanto, esta la que debemos cambiar.

                             

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